jueves, 25 de diciembre de 2014

DIARIO V

A veces adquiero libros de segunda mano, libros descartados de bibliotecas, pero me llama la atención ver su tarjeta de lectura en blanco, aunque sean buenos títulos. En ocasiones encuentro libros de la carrera, libros que en su momento no podía comprarme y que tenía que fotocopiar a trozos. Me acuerdo especialmente de una colección de libros de semiótica del decano de la facultad, Miquel de Moragas. Era una colección estupenda y, aunque no teníamos que comprar todos, ni siquiera leerlos, yo fui fotocopiándolos poco a poco. Los encuaderné, los recorté. Al final tenía algo así como un libro. En su portada le pegaba trozos de periódicos, los decoraba como se decoraban antes las carpetas en el instituto. No podía comprarlos. No tenía dinero ni con la beca que había ganado. Apenas cubría la matrícula y poco más. De vez en cuando encuentro alguno de esos libros de la editorial Gustavo Gili. Ahora tienen más de treinta años y supongo que su contenido estará más que desfasado. Se venden a precios irrisorios. A veces he tenido la tentación de irlos comprando conforme los voy viendo. Luego me he preguntado para qué. Todavía conservo en un altillo las fotocopias encuadernadas.

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