lunes, 11 de agosto de 2014

PEQUEÑA VICTORIA

Un coche aparcado, uno de esos coches de cristales tintados para no ver el interior. Junto a él pasa un perro vagabundo. Hace ademán de levantar una pata trasera. Enseguida el chófer lo impide con un gesto brusco. Unos metros después pasa un mendigo y mira al coche. Mira la rueda con atención. Quizá piense: qué fácil sería mear como un perro. Vaciarse la vejiga a gusto. Vaciar todas las vejigas del mundo en aquella rueda. Pronto se acerca el pez gordo y el chófer profiere una palabra gruesa para que se aparte el mendigo. Éste se aleja. A una cierta distancia escupe en la parte de atrás del coche. La saliva transcurre vidrio abajo.Luego, huye.

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